Os presentamos un relato que ha escrito nuestra compañera Natalia Gracia, del equipo de ventas de Navarra de Etiquetajes, quien tiene entre sus aficiones la escritura de novelas y relatos cortos, acompañado de una ilustración de nuestro ex-compañero de Eman Packaging Taquio Uzqueda que realiza este tipo de obras sobre documentos antiguos.

Ilustración de Taquio Uzqueda

 

Ha llegado mi hora. Supuse que me pondría nerviosa el día que me viese a las puertas de tan imponente máquina, aunque nunca habría imaginado que tanto.

En realidad no debería extrañarme que la emoción me invada, una sabe que entra siendo tan solo un pedazo de papel, pero acaba convertida en algo único. Es por eso que no puedo dejar de imaginarme en infinidad de increíbles destinos. ¿Cuál será mi fortuna? Puede que un niño grite de alegría al leer mis letras impresas. Felicidades. Sólo con que hicieran de mí una etiqueta así de pequeña y sencilla ya sería feliz. El pequeño me miraría con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que escondo el juguete que él tanto ansiaba.

¿Y si estoy llena de colores? Cian, magenta, amarillo y negro combinados en una perfecta armonía para ponerme en una selecta sección Gourmet. Con esa elegancia haría que se enamorasen de mí y me llevasen de manera casi inmediata a presenciar una ocasión importante. Una reunión de antiguos amigos, una cena de Nochebuena, quien sabe…

Aunque, si lo pienso bien, lo que más me gustaría sería llevar oro y enrollarme alrededor de un buen vino. Quizá así, podría asistir a un momento solemne y perfectamente preparado durante meses. De este modo contemplaría como un muchacho pide matrimonio a su novia mientras brindan delante de una chimenea. Si, lo tengo claro. Sin ninguna duda, eso es lo que quiero.

Mientras sueño, me despierta una ola de frío. Empiezo a tiritar. Entonces me miro y entristezco. ¿Por qué me han hecho así? Apenas llevo unas letras impresas en una aburrida tinta negra. Entonces levanto la vista. Estoy cruzando la puerta del Hospital Clínico de Zaragoza. Médicos y enfermeras corren hacia mí. En apenas segundos estoy suspendida de un gancho. Es ahí, desde lo alto, cuando comprendo que éste ha sido el mejor de los destinos. Una madre derrama lágrimas de alegría mientras coge a su hijo de la mano. He traído conmigo la sangre que salvará a su pequeño.

Y así, sabiendo que no habrá nadie que haya llevado más felicidad que yo a esa familia, es como cierro los ojos.

 

Natalia Gracia,
Equipo de ventas
Navarra de Etiquetajes